Sánchez Cotán fue un excepcional aunque poco conocido pintor del barroco español, especialista en el género de las naturalezas muertas pero además particular por la especial forma de componer sus imágenes. La firma personal de sus pinturas consistía en colgar en formas inusuales frutas y vegetales, un gesto único con el que lograba composiciones armónicas y novedosas, pero además que le permitía en forma práctica preservar frescos y coloridos los alimentos que pintaba. Que un joven artista contemporáneo colombiano como Carlos Villabón se remita a un refinado y poco conocido artista como Sánchez Cotán no es solo un atrevido reto en el oficio de la pintura, es además un ejercicio perspicaz que va más allá de pensar el bodegón como tema. La pintura de Villabón no solo refleja virtuosamente el ejercicio magistral de su pintura, sino que además reflexiona los elementos de la naturaleza muerta en nuestro tiempo y la forma en que lo artificial se ha integrado en nuestro paisaje y cotidianeidad de forma recurrente. No solo la preservación de los alimentos esta mediada por aquellas traslucidas y brillantes películas plásticas que en el mundo de Sánchez Cotán habrían sido impensables, también aparecen convertidas acá en contenedores de agua. La coliflor colgada del pintor español parece entrar en diálogo con la bolsa de agua para espantar las moscas que es un emblema del imaginario colectivo en cualquier esquina popular colombiana.
Aunque cuatro siglos distancian a estos dos pintores, Villabón se atreve a proponer una conversación con la pintura del maestro barroco, reinterpreta y redefine el bodegón como una preocupación medioambiental y opera desde el trampantojo y el engaño visual para revelarnos unejercicio de pintura tan minucioso y virtuoso que parece digno de un pintor de otro tiempo.
Cristian Padilla
Curador